De$a$tres nucleare$ y buena$ intencione$

Hace unos días escribí este artículo criticando el reciente movimiento antiatómico en el mundo despertado por el accidente nuclear en Japón. Ahora resulta que Alemania, uno de los países que más ha defendido el uso de la energía nuclear, salió a decir que quiere prescindir de ella y reemplazarla totalmente por energías alternativas antes del 2030. Merkel y varios partidos políticos alemanes ―sin contar la opinión pública― defienden esta «revolución» diciendo que evitará tragedias en el futuro y, de paso, cuidará el medio ambiente.

Lo primero que uno piensa es que si los alemanes dicen que la energía nuclear es mala, debe ser porque es mala. Sin embargo, cualquier argumento basado en intenciones tan puras y desinteresadas tiene que suscitar desconfianza―más aún si proviene de alguna colectividad poderosa como un gobierno―, razón por la cual se me ocurrió preguntarle a mi hermano Alberto, ingeniero mecánico haciendo una maestría en energías renovables en Berlín (qué conveniente), su opinión al respecto.

Su respuesta aborda el tema con un enfoque diferente y, en mi opinión, muy lúcido:

Lo que pasó en Japón le abre las puertas a Alemania para introducir el tipo de energía en el mercado europeo que ellos pueden producir: la energía eólica.

El problema de la energía eólica es que no es regulable (solo se produce cuando hay viento) y como la electricidad no es almacenable de manera eficiente, pues no existen baterías realmente viables desde un punto de vista económico. Alemania depende de un método de almacenamiento de energía que consiste en bombear agua con la corriente excesiva (la que no se consume en el momento de ser generada) y almacenarla en diques a alturas que permitan luego transformar esta agua en energía hidráulica por efecto de la gravedad. Pero para almacenar el agua con este sistema de bombeo, Alemania no tiene casi montañas. Las que tiene quedan en el sur, del lado opuesto del Mar del Norte.

Por tal motivo, se planea hacer un gran proyecto de energía eólica Offshore (llamado Alpha Ventus), que consiste en instalar los molinos mar adentro a 40 km de la playa. Para trasportar la electricidad desde el norte hasta el sur, tocaría modificar toda la red eléctrica interna del país, cosa que es posible pero es un cambio a largo plazo (unos 30 años) y la necesidad de entrar al mercado de la energía no da tanto tiempo. Así que otra opción para almacenar la electricidad es en los países nórdicos que sí tienen montañas, como Noruega. Los costos de enviar la energía son menores y, en cierta medida,esto obliga a los demás países de la Unión Europea a consumir electricidad alemana.

En Alemania, como en todo mundo, cada día se necesita de una mayor producción de electricidad. Una solución muy viable sería la energía nuclear, pero esto les daría serios problemas con la opinión pública, pues la energía nuclear tiene mucha «bronca» entre la población. Otra opción sería generar electricidad con plantas de gas natural, pero Alemania no tiene gas y el que importa viene en un 60% de Rusia, lo que crea dependencias demasiado grandes y riesgosas. No pueden irse por el lado del carbón, pues la política «No CO2» es muy buena propaganda. La energía solar tampoco es una alternativa para Alemania porque no hay suficiente irradiación solar durante el año.

De esta manera, la mejor manera de entrar pisando fuerte en el mercado de la energía es con molinos de viento. El problema es que instalando molinos en tierra no se alcanza a producir la suficiente electricidad para volverse potencia económica en la UE. Por eso tiene que ser Offshore.

Si se implementa la energía eólica Offshore de todas formas toca modificar la red interna del país. Pero si de antemano existe un mercado firme de compradores de energía en el exterior y el interior (la red eléctrica alemana no es centralizada: existen proveedores privados de electricidad y los consumidores pueden escoger la empresa de energía) los costos de la inversión para el proyecto de adecuar la red interna ya estarían cubiertos. 

Por todo esto, Alemania quiere venderle la idea «No a la energía nuclear, sí energías limpias» a la Unión Europea, que es la que paga la electricidad al final de cuentas. Al decirle al mundo que la energía nuclear es un peligro, el pánico anti-nuclear se les «pega» a los países vecinos, que sí producen mucha electricidad a partir de plantas nucleares (Francia, Suiza, Polonia, Hungría, etc.) y la misma gente comienza a oponerse a este tipo de energía dentro del país. Esto deja a Alemania como el gran productor de energía limpia y  líder de ese mercado.

El desastre de Japón ha sido perfecto para difundir este movimiento antinuclear.

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Imágenes por Colin Chillag

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