La pérdida de la inocencia en 103 minutos
Robert McKee es el autor de El Guión (Story), para muchos la obra de referencia más importante en la creación de guiones para televisión y de cine, e incluso de cuentos y novelas. Según Mckee, existen muchos factores que hacen que una historia tenga impacto en el espectador: la construcción de sus personajes, el punto de giro que altera el orden inicial, la estructura narrativa. Pero sobre todo, el combinar eficientemente una dosis de racionalidad y emotividad.
«Lo ideal es crear una obra que (…) sea profunda a través del conocimiento racional de los personajes, pero que al tiempo genere emociones. Una historia es una experiencia emocional llena de sentido».
Por otro lado, el mismo McKee afirma que hoy en día la televisión tiene mejores historias que el cine. Y no es de extrañarse, pues aunque ambos medios se sirven de lo último en tecnología, la televisión, por su formato, dispone de más tiempo y espacio para elaborar una historia compleja y ahondar en las diferentes facetas de sus personajes.
Series como Breaking Bad, Damages o Mad Men pueden darse el lujo de llevar todas sus situaciones a los extremos más extremos (dentro de la lógica de su propio universo narrativo). En cambio, una película como Black Swan tiene que contentarse con 103 minutos para construir –de manera inevitablemente superficial– la psicología de un personaje que daría para mucho más si dispusiera de las casi 28 horas con las que cuenta Breaking Bad, que lleva 33 episodios de 50 minutos cada uno.
En este orden de ideas, una película de cine puede ser a un cuento corto lo que una serie de televisión es a una novela larga.
A pesar de contar con una producción perfecta y ser estéticamente impresionante, Black Swan termina siendo (o pareciendo) una historia tonta. No son suficientes todos los simbolismos a los que acude pues, al final, 103 minutos no permiten ir más allá de la tragedia de una bailarina que vive con su madre y que, en su intento de representar el personaje central de El Lago de los Cisnes de Tchaikovski, comienza a perder la «inocencia».
No es que la historia sea mala. El problema es que no alcanza a ser lo suficientemente estructurada como para tener impacto. Y la película, en sí misma, es excelente por otras razones: producción, dirección artística, edición, actuaciones. Muchos dirán que la historia no es lo más importante, y tienen razón; pero si existiera una serie de televisión llamada Black Swan, ésta, seguramente, sería mucho mejor.
Hola, este es el primer blog en que me inscribo… por cierto muy ingeniosa forma de atrapar lectores desde los foros de El Tiempo… Me gusto la historia de Intercambios de Erotismo Ecuestre. Me permito sugerirle respetuosamente qué ojala no ciaga en el mamertismo levemente insinuado entre textos, desde que huimos de Colombia no me hace tanta gracia y es una de las razones por la que no leo mucho escritos como estos. Pero los dos que he leido suyos son hasta hora muy buenos.