Estamos vivos por azar

A veces me pregunto si inevitablemente llegará el día en que encuentre respuestas en alguna receta ideológica precocida, como les pasa a tantos al llegar a los cuarenta o cincuenta años. Llámese volverse budista o cristiano o conservador o liberal, o «darse cuenta de lo equivocado que estaba», o adherirse a una secta de autoayuda como Lifespring o a cualquiera de esos recetarios de la nueva era que convierten a la gente en ganado que ordeña sus inseguridades y miedos como leche rancia, y los rebautiza «sueños», «proyecciones» y «logros».

Trato de imaginarme, ¿qué será de mí cuando entre a formar parte, por ejemplo, de un grupo cristiano? ¿Cómo será el no darme cuenta de mi nueva estupidez, cuando ya no tenga remedio? Claro, si esto ocurre, no me daré cuenta. Entraré en la dinámica de convertir a aquellos que tengan la lucidez de pensar como yo ya no seré capaz de hacerlo. Sentiré terror de los ateos y de los agnósticos y de su indiferencia hacia el destino de sus almas, y oraré por ellos, al mismo tiempo que los insulto y condeno a una eternidad de sufrimientos en un infierno como el que les pintan a los niños: demonios alados con tridentes escupiendo fuego por la boca y pinchando los genitales de los pecadores. Citaré infinidad de versículos de la Biblia, contento de estar pasando la buena nueva de Jesucristo. Regocijaos, pues Dios ha venido a salvaros de una vida de maldad y pecado, mostrándoos el camino hacia su seno eterno: la estupidez vacua de la religión, la comodidad de no pensar.

Intento imaginar cómo será el haber olvidado lo que pensaba antes, es decir, ahora: que estamos vivos por azar, por accidente. Que nadie planeó nuestra existencia, ni nuestro nacimiento, ni el sentido de nuestra vida. Que nada cambiaría si no hubiésemos nacido y que la vida no vale nada, excepto por el tiempo que dura y el espacio que ocupa, lo cual, en relación al espacio y el tiempo de la historia de la humanidad, no es nada.

La vida es un azar, un suceso inútil, sin sentido, sin trascendencia, sin explicación y sin necesidad de explicación. Y estar muerto es no estar en ningún lado diferente a la memoria de quienes están vivos, así como los vivos estamos en la memoria de los demás vivos. Hay quienes imaginan que los muertos velan por nosotros, que sus almas divagan por el mundo como los fantasmas de los niños sin bautizar lo hacían en el limbo antes de que el Papa decidiera que el limbo no es un lugar para los niños. En esto creeré yo cuando, a mis cuarenta y tantos años, haya encontrado el camino.

Pero por ahora, mientras llega esa buena nueva que me hará escribir más a lo Paulo Coelho, permítanme seguir deleitándome con la idea de que hoy estamos vivos, mañana estaremos muertos y nada habrá cambiado en el universo cuando esto ocurra. No existen «granos de arena»para aportar y tampoco hay destino: hay azar y hay decisiones. Somos dueños de nuestra vida hasta que ésta se acabe; entonces nadie será dueño de ella porque habrá dejado de existir. Y solo desde el momento en el que nos damos cuenta de ello, pasamos a ser algo más que una tabla numérica de virtudes y defectos.

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Imagen:
Riikka Sormunen, Give me five (2010)

Comments
9 Responses to “Estamos vivos por azar”
  1. Pensar que el día que dije en facebook una frase como: «la vida es algo bastante sobrevalorado»; me cayó todo el mundo encima a buscarme pelea jaja. Asumo que ud, como yo, ya está acostumbrado. Agradables sus dos últimos artículos, coincido plenamente. Saludos

  2. Doc. Macalister dice:

    Si no le gustan los grupos cristianos y si su vida no tiene mayor sentido (como usted mismo lo expresa continuamente) entonces lo mejor es que busque un grupo de agnósticos anónimos u otra asociación por el estilo.
    De seguro allí podrán ayudarlo a desahogarse sin necesidad de que usted pierda su tiempo en un “blog” que solo le sirve para mostrar su lado más egocéntrico y violento.
    Aunque no creo que eso sea lo que quiere proyectar, usted da una mala imagen de usted mismo porque su afán lo lleva a escribir ideas que buscan esconder una mentalidad terriblemente insegura y frágil, que responde a un cuadro clínico bastante típico: el del extremista religioso o político.
    De verdad, sería más útil que se integrara desde ya a algún grupo o comunidad, dejara de rumiar solo tantos pesos existenciales y abandonara finalmente la idea de andar garrapateando textos como este, que demuestran su carencia de talento y persuasión a la hora de escribir.

  3. Lola. dice:

    «El cielo y el infierno no existen, las acciones de los hombres no merecen tanto.» J.L.B.

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