El fin (del pop) está cerca

¿Quién no ha tenido una conversación productiva bajo los efectos del alcohol? La última que yo tuve terminó adentrándose en un tema que me despierta algunas pasiones oscuras: la música actual. La del mainstream, no la clásica contemporánea o el rock del underground o la folclórica colombiana: la que rota en el radio y en Internet. Y en Mtv, cuando no están pasando realities idiotas.

Ese día hablamos de pop (Britney Spears, Miley Cyrus, Shakira, Lady Gaga, Ke$ha, Katy Perry, etc.) y del tiempo que tendrá que pasar antes de que semejante basura salga por fin de circulación. Mi hermano y yo teníamos una teoría (que seguramente surgió también bajo el efecto de algo) según la cual la música del mainstream se renueva de manera positiva más o menos cada treinta años. De esta manera, los años treinta (George Gershwin, Billie Hollyday, Louis Armstrong, etc), los sesentas (Jimi Hendrix, The Doors, The Beatles, Bob Dylan, Pink Floyd, etc, etc, etc) y los noventas (Soundgarden, Stone Temple Pilots, Pearl Jam, Days of the New, Tool, NIN, Massive Attack, The Prodigy, Rage Against The Machine, etc, etc, etc, etc, etc) dieron origen a nuevas tendencias que dominaron la música mainstream en su momento con sus propuestas originales y su enorme calidad musical y estética.

Cierto, algunas bandas buenas sonaron en el radio en los setentas y ochentas, al igual que en los últimos diez años. Pero, siendo esta columna estrictamente subjetiva y teniendo como punto de partida las conclusiones de una tarde de cervezas, me permito reafirmar dicha teoría argumentando que nada de lo que dominó el mainstream en las décadas intermedias (40’s, 50’s, 70’s, 80’s, 00’s) era tan bueno como las tendencias de los noventas y sesentas (la mención de los años 30’s solo sirve para darle algo de consistencia interna a nuestras dudosas conclusiones).

En un punto, terminamos hablando de una tendencia todavía más nueva, todavía más sucia: los hits de Youtube de niñas adolescentes que han pagado unos cuantos miles de dólares para que una multinacional especializada en la creación de “superestrellas” les produzca una canción y un video, con el único fin de invadir el Internet y hacerlas famosas. Ese es el caso de la canción Friday de Rebecca Black y de muchas otras.

Irónicamente, decíamos ―tal vez en un exceso de optimismo―, esta tendencia de volver famoso a cualquier niñita con dos decenas de billetes de cien dólares en el bolsillo podría estar marcando el final de la época más podrida de la música mainsteam, que comenzó con los boybands y Britney Spears a finales de los noventas y ahora se cristaliza en los mensajes estupidizantes de Lady Gaga & Cia tipo “Don’t be afraid to be yourself”, “Born this way» y “You’re beautiful”, frases falaces si se mira quiénes las siguen y aplican: ejércitos de fans descerebrados que se creen únicos por ser todos igual de diferentes.

Así, según nuestra teoría habría razones para alegrarse, pues la historia tiene una afortunada tendencia de purgarse cada treinta años y de recobrar la cordura musical (con todas las drogas que esta sana renovación trae). El resurgimiento de Britney Spears en los últimos meses solo puede significar el final de otro ciclo decadente. Ya ha pasado antes: los Pixies, antesala de Nirvana y del movimiento grunge, surgieron en un momento en que las bandas de glam ya no daban para más. Y si la basura de los ochentas dio lugar a los prodigios musicales de los noventas, imagínense no más las maravillas que nos esperan en el 2020, cuando el pop sucumba de una vez por todas.

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