El químico fotógrafo del imperio ruso

¿Es la fotografía un arte? Si la respuesta es sí, ¿es tan «arte» la fotografía digital como la fotografía análoga?, ¿pueden llamarse «arte» la fotografía documental, publicitaria, periodística?, ¿debe contener un trasfondo político o conceptual para que tenga valor artístico?

A finales del siglo XIX las preguntas sobre la fotografía eran más simples, y sus posibles respuestas no dependían de debates abstractos, y muchas veces vagos, sino de descubrimientos científicos concretos.

Sergej Prokudin-Gorskii, químico ruso nacido en Murom, a 300 kilómetros de Moscú, pasó la mayor parte de su vida buscando una respuesta a la pregunta «¿Cómo capturar imágenes en color?». Aunque su nombre no les resulte familiar a muchos, hoy en día Prokudin-Gorskii es considerado uno de los pioneros de la fotografía en color.

El método que desarrolló, llamado fotografía tricromática, consistía en tomar tres fotos en blanco y negro, cada una con un filtro de color diferente, para luego proyectar las imágenes monocromáticas resultantes a través de otros tres filtros de colores distintos. Esto producía una imagen que reconstruía los colores originales.

Financiado por el Zar Nicolás II, Prokudin-Gorskii, recorrió el Imperio Ruso entre 1909 y 1915, tomando una gran cantidad de fotografías de la población local, junto con paisajes, monumentos, iglesias y mezquitas. Al estallar la revolución bolchevique huyó a París, en donde murió en 1943. Su trabajo fue conservado por su familia hasta que la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos lo comprara en 1948.

Un siglo después, el que quiera tomar una foto en color no tiene sino que apretar un botón de su celular. Si quiere una imagen de mejor calidad, solo debe comprar una cámara digital sencilla de 10 o 12 megapixeles. El fotógrafo profesional tiene a su disposición modernos aparatos y lentes de miles de dólares, y siempre existe la posibilidad de corregir el resultado final en Photoshop.

Los que prefieran seguir apegados a las técnicas de la fotografía análoga también cuentan con accesorios y laboratorios muy eficientes. Y también pueden alterar –aunque en menor medida– el resultado final de sus imágenes por medio de químicos y otros procesos.

¿A quién, entonces, debemos llamar «artista»?, ¿a los románticos fotógrafos que trabajan en un cuarto oscuro?, ¿a los modernos que se sirven de lo último en tecnología digital?, ¿a los que usan cámaras de bolsillo de los años 70 y le dan un giro conceptual a su obra? o ¿a los adolescentes que se toman fotos entre ellos con sus celulares?

La discusión parece perder peso luego de ver las hermosas fotografías del químico ruso Prokudin-Gorskii, sobre todo sabiendo que algunas de ellas, por lo complicado del método y la carencia de recursos, podían tomar hasta tres días para ser terminadas. Y él no estaba tratando de hacer arte, sino ciencia.

Imágenes extraídas del libro:
Barbara Brakel, True colors, Prokudin-Gorskii, Ed. d’jonge Hond, 2008, 98 p.

Comments
2 Responses to “El químico fotógrafo del imperio ruso”
  1. Boris Wolkow dice:

    Hermosas fotografías!

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