Menos mal la gente olvida

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Tina Winkhaus

Comenzaría mi texto diciendo que uno de los peores problemas de Colombia es el creciente delirio de superioridad moral (en un país que es, ya de por sí, bien parroquial y mojigato), pero temo una reacción desproporcionada de indignación con frases del corte de «Por eso estamos como estamos» o «Si no le gusta Colombia, pues váyase».

Nada nuevo, la verdad, excepto que hace diez o quince años no todo colombiano de bien disponía de un «muro» personal en donde publicar sus pataletas moralistas. Hoy en día, las Tecnologías de la Información y Comunicación ―llamadas TICs por informáticos y psiquiatras expertos en el tema― han abierto una aterradora puerta directa al peor de los infiernos: la compulsión por opinar, sobre todo si se trata de un tema sobre el cual todo el mundo está opinando, más todavía si existe una indignación generalizada alrededor del mismo, y más aún si es un tema estúpido y sin auténtica importancia.

¿Ejemplos? Con gusto: la propaganda de Poker en la que se invita a la gente a celebrar el día de los amigos regalando una cerveza en lugar de un libro. Una joya resplandeciente ―de las peores― de los profundamente mediocres publicistas colombianos, representando un lugar común ―de los peores también― del colombiano promedio que prefiere tomarse catorce cervezas en lugar de leer un buen libro.

La propaganda es desastrosamente mala, por las actuaciones forzadas, el mensaje vacío y poco original, y el formato desprovisto de cualquier indicio de calidad artística o creativa. Pero la reacción de los indignadísimos-y-ofendidísimos-colombianos-amantes-de-la-lectura es muchísimo peor que la pésima publicidad cervecera. Con un tono de superioridad moral que podría patentarse como el más efectivo vomitivo farmacéutico imaginable (Intelectina x 20 grágeas, 50 miligramos), exigieron que el video fuera retirado de circulación. ¿Qué nivel de saturación intelectoide-moralista debe padecer una persona para recurrir a la censura de una simple propaganda de cerveza, pésimamente hecha (¿ya lo dije?), por supuestamente representar tantos males y problemas de un país del tercer mundo en proceso inatajable de desmoronamiento?

Justamente, en un país que se jacta de estar pronto a firmar «la paz» y que conmemora todos los años el tal «día de la memoria», la censura sí es un mal real y muy serio. La historia de la violencia en Colombia está colmada de demasiados casos del estilo de «No me gusta lo que dice ese tipo, haga el favor de matarlo» como para que un grupillo de vacas sagradas con delirio de superioridad moral se enorgullezca de haber sacado de circulación un video tan profundamente tonto e inofensivo como la propaganda de Poker. Felicitaciones, queridos defensores-de-la-moral-y-las-buenas-costumbres, el video de Poker ya no circula (tanto), lo que significa que el problema de la mala calidad de la educación en Colombia está resuelto. Gente recta como ustedes es la que necesita este país.

De hecho, si me lo preguntan, hay cientos de libros que cambiaría por una cerveza sin pensarlo un segundo. Las memorias de Uribe, las memorias de Samper, las memorias Pastrana (no los leería ni en el día de la memoria), los recetarios de la nueva era de Paulo Coelho y Walter Riso, las novelas de Ángela Becerra, cualquier libro infantil en el que los protagonistas «escuchen» en lugar de «oír», cualquier libro escrito por un Papa, el 90% de las autobiografías jamás creadas, el 90% de la producción literaria del endiosado Gabriel García Márquez, entre muchos, muchos otros. Por favor, querido lector, no me regale uno de estos en mi cumpleaños. Muchísimo mejor una cerveza, y si le sobran unos pesos, ojalá sea alemana o belga. Pero si llega con unas Poker, tenga por seguro que reaccionaré emocionado con cara de idiota y le daré un abrazo empalagoso.

Lo triste de la propaganda de Poker es que podría haber sido buena. Si la intención de los publicistas hubiese sido la de caricaturizar algo tan típico de la cultura colombiana como el preferir unas cervezas a un libro, si su intención hubiese sido la de criticar el bajo nivel de lectura del colombiano promedio mientras le vende una cerveza sin que éste se dé mucha cuenta, estaríamos hablando de publicidad creativa y artística de verdad: esa que pone en evidencia pero engaña un poco, que retrata una realidad incómoda pero convence, que critica con crudeza pero despierta asombro.

Al final, cuando un escándalo colectivo como éste se pasa, a nadie le vuelve a importar. Ya nadie habla de Kony, ni del graffiti de Justin Bieber en Bogotá, ni del bebé real de los duques de Cambridge, ni de la muerte del gran Steve Jobs, ni de la elección del Gran Colombiano, y ya se está pasando el revuelo por la destitución de Petro. Menos mal la gente olvida, sobre todo este tipo de cosas. Y no se preocupen: la gente que lee seguirá comprando y regalando libros. Y si los colombianos leemos menos de lo que ustedes quisieran, no es culpa de la cerveza Poker. Y una más: aunque no lo crean, a muchos nos gusta tomar y leer al mismo tiempo.

Una propaganda mala es inofensiva, mis estimadas vacas sagradas. Es la censura la que hace daño: la que ustedes tan orgullosamente defienden.

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Tina Winkhaus

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Comments
4 Responses to “Menos mal la gente olvida”
  1. Incluso se olvida en qué país se vive, tanto así que se tiene el descaro de despotricar de países con mejores condiciones que el nuestro, como sí viviéramos en el mejor, por algo dirán que es el más feliz, diría que el más ignorante y maleable.

  2. Cada vez me gustan más sus artículos aunque no esté de acuerdo en todo “gracias a Dios”. Justamente llevaba unos días pensando en ese tema, no quiero volver al país siendo una ”listilla” porque imagino que cuando ves que otro tipo de sociedad es posible, que otros valores son posibles puedes caer en la torpe tarea de ir dando lecciones de moral, o que todo lo que digas suene como tal.

  3. dafur dice:

    Que refrescante leer algo tan nuestro… en realidad es triste como estamos siempre en capacidad de criticar y refutar cualquier idea o argumento en contra de lo que «defendemos» o «nos enseñaron a defender»(es más cada colombiano alguna vez ha sido muestra de su país y en vez de afrontar la discusión intelectual prefiere la imposición física del criterio propio), esto sin contar la suerte de referentes «culturalmente importantes» que las «tendencias» indican, en los cuales fácilmente distraemos la atención de los problemas de fondo que nos afectan como personas y nación.

    Ahora, salen los «patriotas» a rasgar sus vestiduras por semejante ofensa a la tradición cultural colombiana que se deriva por cierto, entre otras cosas, de la lectura de textos tan interesantes y complejos como,los presentados en los diarios VOZ, El ESPACIO, EL TIEMPO o revistas como DON JUAN o GENTE (no me considero un mamerto pero hasta caigo en la categoría… hace poco tuve la oportunidad de ojear un ejemplar de «el malpensante» y me la verdad me decepcionó, de ahí que uno se pregunte si la única lectura que terminará teniendo algún sentido sea wikipedia)

    Buen artículo, ojalá pudiera tener claridad para organizar mis ideas de forma similar; un saludo

  4. vivistereo dice:

    Yo creo que Nicolás ahora sí se murió. Llevo meses esperando una nueva entrada.

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