Posibles utilidades del remordimiento

La primera vez que vi Magnolia, la famosa película de Paul Thomas Anderson, me aburrí y la abandoné antes de llegar siquiera a la mitad. De esto hace unos cuatro años. Ayer la vi completa por primera vez y me gustó. No creo que se la recomendaría a nadie con mucho ahínco, pero digamos que me entretuvo ―me la aguanté toda― y me dejó pensando. Además de la escena final inspirada en un fragmento del Éxodo (no daré detalles por si algún lector no la ha visto), me quedaron dando vueltas algunas palabras pronunciadas por Earl Partridge, el anciano enfermo en estado terminal:

«Nunca permitas que nadie te diga «No tienes nada de qué arrepentirte». ¡No lo permitas! ¡Arrepiéntete de lo que te dé la puta gana! Y usa eso, úsalo, usa ese remordimiento para lo que sea y de la forma que quieras. (…) La vida no es corta, es larga, ¡es larga maldita sea!»

Esto lo dice sobre un fondo sin música y en medio de un monólogo cargado de arbitrariedades ―como muchas escenas de Magnolia― mientras son mostradas imágenes de otros personajes en diferentes situaciones. El fragmento forma parte de una escena importante pero no fundamental para el desarrollo o desenlace de la película. Pero hay algo en las palabras de Earl Partridge que me mueve el piso. ¿Qué es? No son palabras sabias, al contrario, son un poco absurdas…

En términos generales, el remordimiento consiste en una serie de elementos del pasado que causan malestar emocional en el presente; haber hecho algo que ahora es fuente de tristeza, desasosiego, rabia. Hay quienes lo asocian con depresión, neurosis y vaya uno a saber cuántas desgracias más, pero la mala fama del remordimiento proviene sobre todo de esa especie de estancamiento que induce, el cual, según dicen, no permite disfrutar del presente ni tener proyecciones hacia el futuro.

Hoy en día, es común escuchar en la publicidad, en la televisión, en la boca de conocidos que han sido atrapados entre las filas de alguna secta de autoayuda, frases que invitan a vivir en el «presente» en lugar de morir revolcándose en los errores del pasado. También es común toparse con cristianos fanáticos condenando al fuego eterno a todo aquel que no se arrepienta a tiempo y consagre su vida a Cristo (no creo que sea éste el tipo de arrepentimiento al que se refiere Earl Partridge). Y es todavía más común ―demasiado común― escuchar que la vida es corta, que hay que aprovecharla al máximo.

Las palabras de Earl Partridge (arrepiéntete a tu antojo, es decir, apégate al pasado) se oponen a todos estos modelos de vida, pragmáticos porque quieren planificarlo todo y tener todo bajo control, pero idealistas porque depositan esperanzas en un futuro que, aunque intangible, también es moldeable a través de la persistencia y la paciencia.

La forma imperativa en que el anciano enfermo declama «¡Arrepiéntete de lo que te dé la puta gana!» convierte el monólogo en una especie de proclama de emancipación. Podría decir «No dejes que nadie te haga sentir culpable», consejo fácil de imaginar en la boca de un abuelo moribundo, pero su mensaje es muy diferente, trágico y crudo a la vez: haz de tu vida lo que te dé la gana, aun si esto significa quedarse apegado a los errores del pasado; de todas formas, la vida es demasiado larga, más de lo que jamás podrás soportar.

Tal vez la clave está en que las palabras de Earl Partridge contienen un mensaje equívoco que insta al remordimiento, escondiendo un oscuro encanto tras su sutil irreverencia, su derrotismo liberado, su parodia trágica: ese mismo encanto funesto que tienen las imágenes de los desastres naturales o la historia de las diez plagas de Egipto.

La culpa inducida por el remordimiento es un yunque que nadie debería cargar. Sin embargo, ¿sería posible, como sugiere el anciano, usar ese remordimiento para algo? Para aprender de nuestros errores, dirán los gladiadores de la nueva era mientras se sumen en un frenético abrazo de autoayuda con otro creyente. Yo no creo; para aprender de los errores basta con reconocerlos sin necesidad de darse golpes de pecho. Para recibir a Cristo en el corazón, clamarán los caballeros de la crucifixión rosada mientras lloran a moco tendido y le piden perdón a un hombre invisible subido en una nube. Tampoco creo; nadie necesita recibir a nadie en el corazón, mucho menos si para lograrlo debe sentirse miserable por haber errado, como cualquier ser humano.

Tal vez el remordimiento sirve para reflexionar sobre su volatilidad luego de haber descubierto que es inútil. Tal vez lo que sirve no es el remordimiento en sí mismo, sino la sensación de tranquilidad que queda una vez se ha marchado. Tal vez su utilidad reside en su urgencia: como nadie sabe qué viene después de la muerte, ¡arrepentíos! porque el fin se acerca.

A mí me ha servido para escribir este texto, vacuo en su temática y confuso por su dispersión, el cual seguramente me arrepentiré más tarde de haber publicado. Por fortuna, podré disponer libremente de mi remordimiento y usarlo como mejor me plazca, aunque todavía no sepa para qué.

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Publicado en Kien&Ke el 21 de agosto de 2011

Comments
4 Responses to “Posibles utilidades del remordimiento”
  1. Cwpper David dice:

    Dicen por ahí (?) en Internet que Paul Thomas Anderson planeó la escena de lluvia sin conocer ese fragmento del Exódo. Cuando se dio cuenta rellenó la película con guiños al número 82 para que frikis y ateos alucinen. Pero evidentemente es una escena memorable que no se agota en la biblia y eso explica cómo después de facebook y demás orgías sociales existen personas con tiempo libre para ver ¡tres horas! de Magnolia.

    • Tiene razón: al parecer Anderson no conocía el fragmento del Éxodo.

      La lluvia del final me gustó más por su estética que por los significados ocultos que pueda tener. Me parece visualmente impactante. Si la película no terminara así creo que serían tres horas muy largas y decepcionantes.

  2. Cwpper David dice:

    La lluvia resulta visualmente impactante (ok) pero no sólo por su pirotecnia visual. Uno podría decir que las ranas se relacionan estrechamente con la banda sonora del filme. Son un wise up, un darse cuenta, una sacudida violenta, son pesadas, golpean fuerte, te despiertan del letargo y sacude a los personajes del hastío en que se ahogan.

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